Las carnes crudas o poco hechas, el exceso de café y los quesos sin pasteurizar pueden perjudicar tu salud y la de tu bebé.
Te enteras de que estás embarazada y una de tus primeras dudas es: ¿hay algo que no pueda comer? Antes de que puedas reaccionar, tu madre te esconderá el café; tu mejor amiga te recomendará un té chino para producir leche materna, tu hermana se encargará de que no te falten bollos y chocolates para calmar antojos, y tu tía ya te estará preparando la canastilla para el futuro bebé.
¿A quién creer? En principio, a tu sentido común. El abuso de cualquier tipo de comida no sólo se verá reflejado en tu peso sino que puede subir tus niveles de azúcar y colesterol y eso sí que es un problema durante el embarazo.
Una dieta equilibrada, rica en frutas y verduras, mucha agua y las dosis de ácido fólico y hierro que recomiende el médico, son un buen punto de partida para que tú y tu bebé estéis bien nutridos.
Sin embargo, es cierto que el exceso de cafeína (más de cuatro tazas de café al día) puede retardar el crecimiento intrauterino del feto y aumentar el riesgo de aborto espontáneo. Y recuerda que la cafeína no sólo está en el café de las mañanas; también se encuentra en las bebidas de cola, en algunos tés y en el chocolate.
Tampoco son recomendables los pescados crudos (sushi, ostras) porque pueden contener listeria y/o anisakis. La listeria es una bacteria que, durante el embarazo, puede producir listeriosis, una enfermedad bastante perjudicial para el desarrollo del bebé; y el anisakis es un parásito que puede generarte una reacción alérgica y, por lo tanto, repercutir en tu bebé.
¿Carnes crudas o poco hechas? Ni las veas. Pueden contener la bacteria de la salmonela o el parásito de la toxoplasmosis y como las defensas de tu cuerpo no están al 100%, una intoxicación alimentaria puede ser más difícil de curar.
En cuanto al jamón, si está bien curado y estás segura de su procedencia, no tiene por qué afectarte. Y es que, en general, los productos de charcutería, embutidos, quesos y patés que estén bien pasteurizados y empaquetados no representan riesgo para tu salud ni para la del bebé.
Y si te da miedo engordar demasiado y prefieres endulzar con aspartamo en vez de azúcar, no hay problema (eso sí, en cantidades moderadas). La sacarina no es muy recomendable pues algunos estudios han demostrado que se acumula durante más tiempo en el cuerpo del bebé que en el de la madre y puede correr riesgo de desarrollar alguna enfermedad en la vejiga.
¡Ah! Y si tu amiga insiste en traerte el té chino para la lactancia, mejor que no le hagas caso: la lecha materna no necesita más estímulos que los de tu propio cuerpo.
¿Os han dicho alguna vez eso de que «hay que comer por dos»? 😉
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