Me encanta la playa. Tomar el sol, bañarme en el mar y pasar el día en remojo viendo pasar las horas…. Aunque lo cierto es que, ahora que lo pienso, hace años (concretamente cinco), que no voy a la playa por el simple hecho de tumbarme al sol, o darme un chapuzón largo si me apetece.
Además, desde hace bastante tiempo, es de uso obligadísimo la crema solar con factor de protección, con lo que el día de tomar baños solares en la toalla, leer un libro o incluso dar una cabezadita, se ha convertido en algo un poco diferente. Me explico:
Viste a los niños (o sea, peléate con la niña por el bañador de turno, que nunca se sabe qué princesa Disney apetece cada día), úntales bien de crema solar, pringosa ella, (es decir: aguanta quejas, gritos y «mamááááá, ya no máááásss!!!), reúne todo lo necesario para un rato de playa (bolsa gigante con toallas, gafas de sol, gafas de bucear, cubos y palas, botellita de agua, más crema solar, bañadores de repuesto… y seguro que me dejo algo).
Cuando por fin llegas a la playa y te instalas, quitas camisetas y demás, ya ha pasado una hora desde que empezaste la maratón. Si consigues llegar a la orilla sin tener que llevar a un niño en brazos porque se queman los pies con la arena, entonces se quejan porque se les ha pegado a las piernas. «Es lo que tiene venir a la playa, que la arena se pega». «Pues noooo guuuttttaaaa!!!»
Total: que al ratito de estar sentada en la orilla, tras conseguir que todos estén contentos y relajados, toca levantar el campamento porque es la hora de ir a comer, o de subir a ducharse o merendar.
Y es que, como dicen los geniales Gomaespuma, «lo importante son los preparativos». Pero es verdad que me encanta la playa, sobre todo si voy con mi familia, y cambié las horas de toalla por otras sentada en la orilla. Eso sí, los modelitos, camisas o caftanes divinos para el perfecto look playero que me compré no me los pongo para la playa. Sera porque no me da tiempo a colocármelos sin que parezca una bufanda mal puesta.
Por Marta Becerra
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